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A nadie le importa

John Griffith, siempre había soñado viajar, pero la pobreza que golpeaba a su familia se encargó de desvanecer su sueño. Después de buscar trabajo inútilmente, en el estado de Misuri John consiguió empleo manejando los controles de un gran puente levadizo de ferrocarril que cruzaba el Río Misisipi.

Su trabajo consistía en elevar a ciertas horas el puente para darle paso a los grandes barcos que navegaban por el ancho Misisipi; luego había que  bajar el puente para que cruzaran los trenes que transportaban mercadería y pasajeros a lugares lejanos.

En el verano de 1937,  John llevó por primera vez a su hijo Greg de ocho años para que conociera el trabajo de su padre. 

El niño quedó encantado con el gran puente de ferrocarril, se imaginaba que su padre era el soberano que gobernaba desde la caseta de controles a esos inmensos barcos y trenes que cruzaban haciendo mucho ruido.

Al medio día, John hizo elevar el puente para darle paso a unos barcos que se aproximaban, como no pasaría ningún tren por un tiempo, cruzó con su hijo el angosto pasillo encima de la inmensa maquinaria hacia el mirador para almorzar ahí.

Mientras almorzaba y charlaba con su hijo, escuchó el silbido penetrante de un tren; se había olvidado por completo del tren expreso con 400 pasajeros a bordo. Corrió hacia la caseta de control, agarró la palanca y comenzó a bajar el puente. Volviéndose para asegurarse que no hubiera ningún barco debajo del puente, vio algo que lo dejó helado de espanto. Su hijo había caído entre los engranajes que hacían subir y bajar el puente, la pierna izquierda del niño ya estaba entre los dientes del engranaje principal!.

Sintió pánico y desesperación, sería imposible liberar a su hijo antes que llegara el tren con sus 400 pasajeros ¡El tren se aproximaba rápidamente! Amaba a su hijo, pero John sabia que si no bajaba esa palanca 400 pasajeros morirían. 

Empujó la palanca y el expreso de Memphis cruzó con mucho estruendo. 

John levantó la cabeza con su rostro bañado en lágrimas, y miró por las ventanas de los  vagones que pasaban, los hombres de negocio leían tranquilamente sus periódicos, los conductores miraban sus relojes, las mujeres bien vestidas tomaban café en el comedor y niños felices comían sorbetes.

Con gran agonía en su corazón, les gritó a los pasajeros del tren: “¡Sacrifiqué a mi hijo por ustedes! A nadie le importa?” pero ninguno le oyó y el tren siguió su camino. 

¿Sabes que Dios hizo lo mismo por ti? El dio a su Hijo unigénito para que muriese en la cruz para que tú no perezcas, sino que tengas vida eterna:

“Por que tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. San Juan 3:16.”

Lo ignorarás así como los pasajeros del expreso de Memphis ignoraron a John?  

Entrégale tu corazón, El quiere llenarlo de felicidad, paz, amor, no lo ignores mas…todos los días te regala una nueva oportunidad para que dejes de sentir ese cruel sufrimiento y esa tristeza que inunda tu corazón, pídele que perdone tus pecados, todas esas cosas que sabes que han puesto una lágrima en el rostro amoroso de Jesús, no está para reprochar tus errores, el sufrió todo ese dolor por que TE AMA!!  

 

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